Foto: Andrés Piscov - OP Cancillería
Compatriotas:
Los colombianos compartimos un amor profundo por nuestro país que nos permite reconocernos como nación.
Hemos forjado nuestra identidad nacional a lo largo de cerca de doscientos años de vida como nación independiente.
Los colombianos no nos dejamos abatir por la adversidad y reaccionamos con fortaleza, coraje y fraternidad frente a los obstáculos.
Somos un pueblo orgulloso de nuestras virtudes, de nuestro empuje y nuestro tesón. Compartimos valores y aspiraciones de progreso y bienestar.
La paz y la concordia son parte de esos valores compartidos. Son un anhelo común y un sueño que hemos buscado hacer realidad desde hace años, décadas… siglos.
Todos sabemos, en el fondo del alma, que el conflicto armado tiene un costo demasiado alto. Es demasiado doloroso, como lo son todas las guerras.
Los muertos, los desaparecidos, los heridos, las víctimas y sus familias han sufrido este terrible enfrentamiento.
Lo han sufrido también todos los que, sin vivir directamente el conflicto, han visto nuestro país, nuestra querida Colombia, atrapada en este laberinto de violencia.
Y todos –absolutamente todos— sabemos que la paz nos devolverá la esperanza, la fe en el futuro y la posibilidad de tener un mejor vivir para nosotros y nuestros hijos.
Ese gran objetivo común nos ha sido esquivo, a pesar de múltiples intentos hechos a lo largo de más de medio siglo.
Pero los colombianos somos perseverantes. Insistimos, nos empecinamos en alcanzar las metas que nos proponemos.
Durante los últimos seis años nos hemos empeñado en darnos una nueva oportunidad para acabar la violencia y sembrar las semillas de la reconciliación.
Hace dos años, en la elección presidencial, los colombianos reafirmaron su decisión de hacer de la paz una prioridad nacional.
En agosto pasado alcanzamos un acuerdo con las Farc, paso fundamental para comenzar a construir esa paz.
Los ciudadanos, el pasado 2 de octubre, se expresaron. Dijeron queremos la paz. Pero queremos un nuevo acuerdo.
Durante más de cuarenta días escuchamos a los colombianos. Escuchamos sus preocupaciones y también sus voces de aliento para perseverar y no perder este impulso, estando ya tan cerca de la meta.
Decenas de miles de jóvenes en todo el país, esa nueva generación que construirá la Colombia del mañana nos exigió que le entregáramos un país distinto al que nosotros recibimos:
Un país donde la violencia y la muerte no sean lo normal.
Un país libre de las cadenas del odio y donde todos tengamos derecho a la vida, a la tranquilidad y a ser felices.
Durante más de cuarenta días, en jornadas intensas, nos pusimos en la tarea de recoger, ordenar y atender las propuestas de ajustes y cambios para tener un nuevo acuerdo.
Quiero reconocer y agradecer los aportes que hicieron las víctimas, la Iglesia, los jóvenes, los empresarios, los partidos de la coalición para la paz, las Altas Cortes y magistrados, las organizaciones religiosas y sociales, los sindicatos, las comunidades indígenas y afrodescendientes, los militares retirados, los movimientos de mujeres, el propio Centro Democrático y tantos otros sectores con los que hablamos, unos que votaron Si y otros que votaron No.
Cada uno de ellos propuso, desde su propia perspectiva, alternativas para avanzar hacia el nuevo acuerdo.
Las recibimos con la mejor disposición, con toda humildad.
Las hicimos nuestras y las usamos como norte para hacer los cambios necesarios al acuerdo original.
Lo hicimos también entendiendo que esos cambios no podían echar para atrás los inmensos logros alcanzados a lo largo de seis años de negociaciones.
Lo hicimos con sentido de urgencia, conscientes de que la incertidumbre y el paso del tiempo conspiraban contra la paz y que el peso de las diferencias políticas no podía – o por lo menos no debería— ser superior al anhelo común de todos los colombianos.
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Hoy hemos firmado, aquí en este escenario histórico, ante el país y ante el mundo, un nuevo acuerdo de paz con las Farc. EL DEFINITIVO... EL ACUERDO DEL TEATRO COLÓN.
Un nuevo acuerdo surgido de un diálogo abierto y franco con todos los sectores de la sociedad aquí en Colombia, y un proceso riguroso de renegociación entre las delegaciones en La Habana.
Dignas de exaltar y agradecer han sido la dedicación, la disciplina y la entereza del equipo negociador del Gobierno. Al equipo de las Farc también le agradezco su trabajo, su compromiso y su buena disposición.
Este acuerdo, mejorado y ajustado gracias a los aportes de la sociedad, incorpora la inmensa mayoría de las propuestas presentadas, pero preserva los objetivos esenciales del acuerdo de Cartagena.
¿Qué logramos los colombianos con este acuerdo?
Logramos poner fin al conflicto armado con las Farc y sentar las bases para la construcción de una paz estable y duradera, más amplia y más profunda.
Logramos parar el desangre y que no haya más víctimas.
Logramos que aquellos que perdieron sus tierras, que tuvieron que dejar todo atrás para salvar sus vidas, puedan volver y recuperarlas.
Logramos darles oportunidades a nuestros campesinos para tener mejores y más reales opciones de progreso y que el miedo a la violencia, al desplazamiento desaparezca para siempre.
El campo se convertirá así en ese motor de crecimiento que todos esperamos.
Logramos, con la justicia transicional, ajustada y articulada con nuestras instituciones y con el derecho internacional, que las víctimas puedan hacer valer sus derechos a la verdad, a la reparación, a la justicia y a la no repetición.
Esta justicia nos permitirá voltear la página de la violencia. Los responsables de graves crímenes de guerra o delitos de lesa humanidad serán investigados, juzgados y sancionados.
Deberán decir toda la verdad y reparar a sus víctimas, con sus bienes.
Los colombianos también logramos con este acuerdo dar un paso adelante para superar el problema de la droga.
Tenemos por primera vez la oportunidad de darle una solución estructural al problema de los cultivos ilícitos. Y mantendremos con contundencia el combate a las mafias y organizaciones que persistan en el narcotráfico.
Por último, los colombianos logramos con este nuevo acuerdo que las ideas se expresen y se defiendan en una democracia fortalecida.
Tendremos garantías más claras para quienes hagan oposición. Les daremos representación en el Congreso a las comunidades de las regiones más afectadas por el conflicto.
Las Farc, como un partido SIN ARMAS, podrá presentar y promover su proyecto político. Serán los colombianos quienes, con el voto, lo apoyarán o rechazarán.
Ese es el objetivo de todo proceso de paz. Que los que estaban alzados en armas las abandonen, reconozcan y respeten las instituciones y las leyes y puedan participar en la contienda política en la legalidad.
Que todos los colombianos puedan decidir su futuro con tranquilidad. De eso se trata la democracia. Tramitar pacíficamente las diferencias.
El nuevo acuerdo de paz que firmamos hoy será discutido en el Congreso, para que sean los representantes elegidos por los colombianos quienes lo refrenden y lo implementen, bajo el control de la Corte Constitucional.
En nuestra democracia, como dice la Constitución, el pueblo ejerce su soberanía directamente o a través de sus representantes elegidos por el voto.
Dice también nuestra Carta que los miembros de los cuerpos colegiados –en particular el Congreso-- representan directamente al pueblo. Es la esencia de la democracia. Allí se analizan y deciden los temas importantes para el país, para los ciudadanos. Y la paz es el más importante de todos los asuntos de la Nación… de toda Nación.
Este procedimiento se adoptó también por la urgencia de la paz. Había comenzado a desmoronarse el cese al fuego por cuenta de la incertidumbre sobre el futuro. No podíamos dilatar un minuto más la implementación.
Imagínense por un momento lo que hubiera significado volver a la guerra con las Farc…
En cambio, firmado hoy el nuevo acuerdo, la implementación podrá arrancar tan pronto el Congreso de la República lo refrende.
Espero que, según el procedimiento establecido, la refrendación sea aprobada en el curso de la próxima semana.
Ese día será el día D.
¿Esto qué significa?
5 días después se iniciará el movimiento de las Farc hacia las zonas veredales transitorias.
A los 90 días se iniciará la dejación de las armas.
Y en 150 días, tan sólo 150, TODAS las armas de las Farc estarán en manos de las Naciones Unidas.
Las Farc, como grupo armado, habrá dejado de existir.
También a partir del día D, la semana entrante, empezará en forma el desminado para que nuestros campos no sean nunca más una trampa mortal para nuestros niños.
Ese mismo día iniciará el proceso de implementación de todos los demás elementos del nuevo acuerdo en el Congreso.
Esta será una labor fundamental, tan importante como el acuerdo mismo, donde el aporte de todos será muy valioso.
Se abre allí una puerta para buscar consensos y espacios de entendimiento.
Convocaré a todos los partidos, a todos los sectores de la sociedad a que participen, contribuyan y logremos así un GRAN acuerdo nacional para la implementación de la paz.
En un mundo convulsionado por los conflictos, ya nos exaltan por haber logrado la paz.
Demostremos en un mundo polarizado, que también podemos ser ejemplo y poner el país por encima de los intereses políticos.
Estoy convencido de que es el mejor camino para Colombia. Me comprometo a trabajar y poner lo mejor de mí y de mi gobierno para lograrlo.
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Colombianos,
Reconozco que este nuevo acuerdo es mejor que el que firmamos en Cartagena.
Es mejor porque recoge las esperanzas y las observaciones de la inmensa mayoría de los colombianos. Del 50% de los que votaron Sí y de un importante porcentaje de los que votaron No.
Este nuevo acuerdo nos permite trabajar juntos, como nación, para recuperar las regiones más afectadas por el conflicto, para reconciliarnos, para aprovechar nuevas oportunidades de crecimiento y progreso.
Construir un país en paz es la tarea más ambiciosa y transformadora que generación alguna haya tenido la oportunidad de cumplir. No puedo imaginar tarea más noble, más sublime, labor más elevada, que proteger la vida y construir la paz.
Tenemos que unirnos y asumir esa inmensa responsabilidad, aprovechar esta gran oportunidad. Tengo plena confianza que, por nuestro carácter, sabremos responder a este hermoso desafío.
Al firmar como presidente de todos los colombianos este nuevo acuerdo, quiero invitarlos a que, con la mente y el corazón abiertos, le demos la oportunidad a la paz.
Quiero invitarlos a que dejemos atrás definitivamente décadas de violencia para unirnos, por nosotros, por Colombia, por esta patria querida, y trabajar juntos por la reconciliación, alrededor de ideales compartidos de paz, de convivencia, y de respeto.
Quiero invitarlos a que veamos en este momento un momento de cambio, de transformación que nos permita creer en un mejor mañana no con la exigencia de lo inalcanzable, sino con la certeza de lo posible.
Trabajemos juntos, superemos las diferencias, démonos la oportunidad de convertir este sueño en realidad.
Hoy, en este gran teatro, recordemos como en la gran obra de Bertolt Brecht que “un hombre es un hombre”, que cada vida es sagrada y que toda guerra es una derrota.
(Fin)
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