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Casa del Marqués de Valdehoyos

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Desde abril de 2015, la Cancillería colombiana dispone de uno de los más importantes inmuebles del período colonial, para alojar a los huéspedes ilustres que visiten a Cartagena de Indias. El presidente Juan Manuel Santos y la Canciller María Ángela Holguín hicieron realidad este propósito.

 

Se trata de la Casa del Marqués de Valdehoyos, una bella mansión situada en la calle de la Factoría en el norte del centro histórico, sector donde residía la clase dirigente y los comerciantes acaudalados de la ciudad colonial. La casa fue construida hacia 1765, por el Marqués que le dio su nombre y la dotó no sólo de las comodidades propias de una vivienda señorial, sino también de los requerimientos de una casa de comercio.

 

Los Marqueses

Con la herencia de su madre y el producto de grandes concesiones comerciales y numerosas haciendas en los alrededores de Valledupar y Mompox, Josefa Tomasa asumió con habilidad los negocios relacionados con el comercio de importación de harinas y esclavos, privilegio que le fue concedido al Marqués por la corona española, que a la muerte de este le fue transferido a ella. Usaría la casa de la calle de la Factoría como sede de su actividad comercial y vivienda. A su lado, en una casa baja posteriormente demolida en tiempos de don Pedro Maciá Domenech, ahora reconstruida parcialmente por la Cancillería para instalar la cocina, funcionó la factoría de harina de Castilla. Aparte de las casas alta y baja, el Marqués poseía en la misma calle, dos casas altas más, vecinas a la casa solariega.

La casa del Marqués de Valdehoyos hacía parte del mayorazgo del mismo nombre que se fundó en 1750 alrededor del título nobiliario de su propietario, al igual que otras 26 casas en Cartagena. El mayorazgo consistía en un régimen especial de propiedad y sucesión hereditaria, en el que los bienes incluidos en él no podían ser gravados ni enajenados. Se transfería a la muerte de su poseedor a su primogénito o a otra persona determinada en la fundación.

 

La sucesión

Hijo de los Marqueses, don Gregorio de Hoyos y Fernández de Miranda, segundo Marqués de Valdehoyos, fue como su padre Caballero de la Orden de Calatrava y, además, Teniente Coronel del Regimiento de Caballería de Algarbe. Nacido en Cartagena fue criado en La Habana, donde se habían establecido y murieron sus progenitores a fines del Siglo XVIII. A Cartagena volvió después de la muerte de su padre, haciéndose cargo del mayorazgo que le fue transferido, en el cual se encontraban las casas ya mencionadas además de extensas haciendas en la región de Valledupar. Fue amigo del Virrey Antonio Amar y Borbón quien lo nombró alcalde de Valledupar en 1806, donde cometió numerosas tropelías que fueron causa de un levantamiento popular. Posteriormente, el Virrey Fernando Abascal del Perú lo nombró en 1813 Gobernador de La Paz, donde murió a manos de sus súbditos amotinados el 28 de agosto de 1814.

Desaparecido el segundo Marqués y aunque tuvo otros hijos, el mayorazgo pasó a su hija María de los Dolores de Hoyos y su esposo Pedro Ramírez de Virues, terceros Marqueses. En la década de 1830 aparece ya transferido a don Martín Ramírez de Hoyos, cuarto Marqués, quien al igual que sus padres vivía en España y vino a Colombia por aquellos años a reclamar los bienes del mayorazgo que habían sido incautados por el gobierno republicano. En 1839 los bienes del mayorazgo eran 26 casas en Cartagena, valoradas en $266.250. En 1825 la casa del Marqués de Valdehoyos le fue adjudicada al general Mariano Montilla por la Comisión Principal de Repartimiento de Bienes Nacionales, en pago por sus sueldos como militar en la guerra de la independencia por la suma de $32.523.00.

En ella tuvo Montilla -quien era a la sazón comandante de la plaza de Cartagena- el privilegio de hospedar por pocos días al Libertador, cuando llegó enfermo y decepcionado a esta ciudad en mayo de 1830, a pocos días de su fallecimiento en Santa Marta. Disuelta la Gran Colombia regresa Montilla a Venezuela en 1835 y la casa es adquirida ese mismo año, luego de un sonado pleito, por el catalán don Pedro Maciá Domenech, apoderado de la familia Valdehoyos en Cartagena, quien la habitó hasta su muerte. Una hija suya, Josefa Maciá Macaya, contrajo matrimonio con Antonio Teodoro Tono. Los descendientes de esta unión ocuparon la casa por cuatro generaciones.

Muchos personajes importantes tuvieron relación con esta casa. Entre ellos podemos mencionar al almirante Rafael Tono Llopis, héroe de la batalla del lago de Maracaibo, padre de Antonio Teodoro Tono; Daniel Lemaitre Tono, conocido escritor, músico, industrial y alcalde de Cartagena, nieto de Antonio Teodoro; Luis Carlos “El Tuerto” López, famoso poeta, autor del famoso soneto “A mi ciudad nativa”, casado en 1881 con Aura Marina Cowan, nieta de Antonio Teodoro.

En 1969, Marina López de Ramírez y Regina Escobar de Perdomo descendientes de Teresa Maciá y Antonio Cowan, propietarias del inmueble, lo vendieron a la Corporación Nacional de Turismo, gerenciada entonces por Raúl Eduardo Arbeláez. A este lo sucede el cartagenero Nicolás del Castillo Mathieu, quien emprendió la restauración de la casa con proyecto y dirección de Roberto de la Vega Visbal. En 1998, cuando se suprimió la Corporación Nacional de Turismo y se ordenó su liquidación, la casa del Marqués de Valdehoyos fue transferida al otrora Ministerio de Desarrollo Económico que la traspasó, en el año 2000, al Ministerio de Relaciones Exteriores, su actual propietario, para ser la sede alterna de la Cancillería en cumplimiento de la ley de la República de 1963 impulsada por el entonces  senador cartagenero Eduardo Lemaitre Román.

 

La casa original

La casa colonial cartagenera es una creación única que se desarrolló en los estrechos solares del trazado urbano de la ciudad. Su esquema es similar al de las casas del sur de España, herederas de las tradiciones del Mediterráneo -con marcada influencia árabe- que gira alrededor del patio central, donde la vida familiar cobra una particular intimidad aislada del mundo exterior. Su originalidad es producto del clima tropical, de los materiales y de las técnicas de construcción disponibles en la región.

La de Valdehoyos es de las llamadas casas altas con entresuelo, la tipología más importante de la arquitectura doméstica cartagenera. Tiene patio central, traspatio y huerta. La fachada es sencilla, como todas las de la ciudad en el período colonial, con rejas de balaústres de madera en las ventanas de los locales de la planta baja y en los entresuelos. Un amplio balcón de madera prolonga la sala sobre la calle. La portada es de piedra, característica de las casas principales de la ciudad. Se ingresa a través de un espacioso zaguán, muy alto, con techos sobre vigas de madera. A ambos lados se sitúan sendos escaños de piedra donde esperaban los menesterosos la limosna, lo que explica la existencia de la otra puerta entre el zaguán y el vestíbulo. Hay quienes dicen que esos escaños se utilizaban para montarse a los caballos, dadas las gradas que tienen en sus extremos. El zaguán es atravesado por un puente con balaustrada de madera que comunica los entresuelos de ambos lados de la casa

Del zaguán se pasa al vestíbulo en cuyo lado derecho está la escalera. A continuación se llega al patio, cuyos extremos este y oeste están claustrados con arcos de medio punto peraltados, muy propios de la arquitectura cartagenera de la época. Por uno de los lados del patio vuelan las balconadas del entresuelo y del piso superior. El lado norte está cerrado por un muro que no supera la altura de la planta baja, permitiendo que las brisas refresquen la casa. Debajo del patio hay un aljibe subterráneo cubierto con dos bóvedas de cañón para almacenar el agua lluvia para el uso doméstico. Pasado el patio se llega a las crujías donde tuvieron sus habitaciones los sirvientes y esclavos de la casa, y a un traspatio que comunica con la huerta.

En el frente de la planta baja y en los entresuelos estaban los almacenes y las oficinas. Estos espacios constituían la “factoría” que le dio el nombre a la calle, pues en el siglo XVIII, factoría era un establecimiento comercial. Los fardos de harina eran izados hasta los almacenes secos y ventilados que ocupaban los entresuelos. Hoy se encuentran ahí parte de las habitaciones con que ha sido acondicionada la casa para su nuevo destino de alojamiento.

   

Una amplia escalera, antaño de peldaños de ladrillos protegidos por cintas de madera para evitar el desgaste, conduce al entresuelo y al vestíbulo superior. Este da acceso al gran salón y a los corredores volados sobre el patio, desde los cuales se ingresaba a las alcobas que, junto con la recámara adyacente a la sala y con acceso al balcón, constituían la parte íntima de una edificación concebida para albergar una familia numerosa. El salón tuvo pisos de ladrillos dispuestos “a espina de pez”. Está cubierto por un rico artesonado mudéjar, fiel copia del original que estaba muy deteriorado cuando la casa fue restaurada por primera vez, en el año 1970, por la Corporación Nacional de Turismo. No podía faltar el mirador, hoy reconstruido, pues el original fue destruido por una tormenta en tiempos pasados. Era de los llamados de asiento, copiado de los de Cádiz, que los tiene de variadas tipologías y usados para lo mismo: disfrutar de la brisa del mar en los días calurosos y otear el horizonte marino en espera de las flotas que traían a bordo las mercancías.

 

Historias y leyendas

   

La Casa del Marqués de Valdehoyos, además de tener su propia historia interesante, ha sido fuente de inspiración para varios relatos de ficción, algunos de ellos contenidos en las novelas 'El amor en los tiempos del cólera' y 'Del amor y otros demonios' de Gabriel García Márquez, y 'La tejedora de coronas' y 'Cuando besan las sombras' de Germán Espinosa. Algunas escenas de las versiones cinematográficas de las de García Márquez, fueron rodadas en esta casa. El genial poeta Luis Carlos López y Daniel Lemaitre Tono, con estrechos vínculos familiares con los herederos de la casa, también se refirieron a ella y sus habitantes. Se dice que en las noches deambula por la casa el fantasma de una bella dama de cabellera larga y vestido blanco vaporoso.

 

El nuevo destino

El inmueble ha sido acondicionado por la Cancillería para hospedar invitados especiales. Consta de diez confortables habitaciones distribuidas en los entresuelos y el piso principal; el gran salón, acondicionado para conciertos; biblioteca, salas de estar y el restaurante ubicado en la antigua caballeriza al fondo de la hermosa huerta sombreada por árboles tropicales, ornada con esbeltas palmeras.

   

En el patio posterior o traspatio se encuentra la piscina con bar y terrazas. Cuenta también con una azotea en una tercera planta y el mirador que la corona, desde el cual se puede divisar una hermosa vista sobre el mar Caribe para evocar los afanes del Marqués, que no cesaban hasta avizorar en lontananza los galeones que le traían su propia mercancía.

 

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